
Dicen quienes los han visto, que cuando desaparece el último rayo de sol y aparece el primer lucero de la tarde, comienzan a salir de debajo de las piedras unos seres diminutos con aspecto de duendecillos que saltan sin parar por aquí y por allá.
Son unos personajillos con orejas puntiagudas y narices respingonas que se mueven constantemente saltando y riendo y haciendo sonar los pequeños cascabeles que llevan cosidos en sus gorros y en sus zapatos. Viven en medio del campo, o en los mismos parques entre las casas del pueblo: en el parque de la Cruz Roja, en el Barrancón o en la misma Alameda. Les gusta mucho la naturaleza y están dispuestos a defenderla con uñas y dientes.
Dicen, quienes los han visto, que son simpáticos y traviesos, pero que si se enfadan te pueden gastar una broma pesada. Que son muy observadores y que se fijan en todos los niños y niñas. Si sospechan que alguno no respeta la naturaleza se enfadan bastante; pero, por el contrario, si ven que sois cuidadosos con ella, os premiarán de alguna forma.
No se dejan ver facilmente, pero alguien, alguna vez cuenta que los ha visto. Yo he conocido a alguien que dice que vio a un niño en la alameda gritar de pronto, como si le hubieran pellizcado en las piernas, a otra niña caer sin tropezar con nada como si le hubieran puesto la zancadilla...
Son cosas que pasan, accidentes sin importancia. Pero a veces se pueden meter en tu mochila, en tus bolsillos... y acompañarte hasta tu casa. Pueden estar entre tus juguetes y si se encuentran bien allí, hasta se pueden quedar varios días. Los más traviesos pueden enredar entre tus cosas: extraviarte las fichas, esconderte los lápices, cambiarte de sitio el estuche o romperte una página del libro. Pero también los hay buenos y dispuestos a ayudarte, si tú has respetado antes a su gran amiga la naturaleza. Ésos aprovechan cuando estás dormido para susurrarte al oído lo que has estado estudiando y no acabas de entender. Por eso, cuando despiertas lo ves todo con gran claridad, lo entiendes todo perfectamente y lo recuerdas sin ningún esfuerzo.
Ya lo sabes, si quieres que los duendecillos te ayuden, trata con cariño a los animales y a las plantas. Y si te sucede algún accidente sin importancia... algo no habrás hecho bien, piénsalo y recapacita.
Isabel Barcia
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